Es la misma de ayer. Venimos vencidos, con sed, a beber de esta copa vacía.
Libres y atados. Con un museo de intentos fallidos. Vana gloria del guerrero que antes tenía enemigos y victorias. Y ahora que se alzan los muros con kilómetros de por medio, por si acaso, no queda honor en nuestras manos.
¿A que sabe la victoria? ¿A que sabe la derrota? No sé la diferencia. Ambas las celebro/lloro con vino.
Conocer los miedos fue el estallido de la locura. Admito que prefiero los detalles del principio, mejor sabían, que estos secretos atesorados en los labios.
Al fin de cuentas nadie conoce la soledad. Se acercan los pasos y se llenan los espacios con lo que a mano nos quede.
Sin embargo hemos elegido construir esta soledad; alimentarla con disimulos y compartirla con gente que esta sin estar.
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