Ha caído una tormenta necesaria,
ha venido el frío a recordarme
la apacible soledad.
Siempre espero que la lluvia
me lave las heridas,
he sentido el peso
de toda mi vida sentarse
sobre mis hombros
y no he podido reconocerte
amor en mis manos.
Las palabras golpean mi silencio
y en bailes siniestros
de olvidos y recuerdos
se ríen en plena oscuridad.
Siempre he tenido esa necesidad
de buscarte en los calendarios,
de reclamarte los besos
que deje escapar en otras bocas,
de llamarte augurio y martirio matinal.
Y sigo escribiendo tristes poemas
sin que vengas a leerlos,
sin que siembren en ti
alguna promesa nueva,
sin que puedan mostrarte
que sigo de pie
esperando tu abrazo.
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