Otro engaño. Cuando te espere no viniste a verme, ahora que vienes no me esperes; que llego tarde.
Es el otoño un árbol enraizado en este invierno, son tus besos una fábrica de nostalgias.
El perdón es lo que queda cuando la memoria olvida el olvido y cuando mis labios dejan de buscar tu nombre en otras bocas.
Ya mis zapatos están rotos y gastados; porque como dice el tango, se cuidan solo cuando se anda de rodillas. Y fue de pie que libre esta batalla.
¿Perdón? Aquí lo tienes; no viene está vez de simulacro, ni busca redemirte con poemas, ni busca, porque no encuentra, motivos para odiarte.
Sus besos tenían pasado, edad, melancolía; dueño y fecha de caducidad. Tenían una primavera triste. Sus besos no eran magia, ni eran ternura. Eran un remolino de pasiones en defensa propia. Eran el mar después de verano, la noche vista desde el tejado. Sus besos querían romper mis huesos, dejarme en la calle pidiendo pan y poesía. Aventarme a la sima más profunda de otros otoños, traviesos y dispuestos a la guerra. Sus besos traían el misterio hasta mi mesa, el café por las mañanas y el descanso después de la jornada. Sus besos tenían, eran, querían y traían el mundo. Sin embargo terminaron llevándose el universo en sus labios.
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