Y mis dedos inquietos. Jugando con la imagen que quedo en la memoria. En el recodo de ausencia que se esgrime como montes nevados.
Mis pasiones se arremeten; se despiertan a inclinarse vacíos de tus ojos. Con cien fotografías llenas de tus huesos.
Y es tan grande la espera, la espera del que no tiene nada que esperar. Buscando en rincones huecos un rastro de tu luz.
Ya no vienen tus dientes a hacer muescas en mi espalda. Ni te esperan mis manos temblorosas que vengas a darle arrumacos.
Mi corazón vaga en espirales, llorando tu tierna traición en los labios. Queriendo encontrar un refugio en otras vengazas, en otras paredes, en otras miradas, en otros otoños.
Pero es un juego que me resigno a perder; cuando siento mis pasos llevando mi alma a tu portal.
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