Dejaré las huellas de una pasión que se ha marchitado en las manos, las postales de la niebla y el frío de la madrugada atado a su cuello.
Me iré por un caminito de abril, dejando los besos amargos en otros labios, licenciando el olvido a quererte los domingos por la mañana.
Aprenderé el noble arte de la contemplación sin posesión y ya no habrán más poemas nuevos, todos serán de otro tiempo, de un tiempo que duda: si crecer o echarse a llorar.
El alquitrán sembrará de flema mi garganta, nadie vendrá a verme cuando este bajo tu cielo azul a fuerza de querencias, nadie sabrá cuanto quema la nostalgia.
El milagro de los encuentros estarán en bancarrota, turbios marcharán los silencios por la Gran Vía, la noche se estampará en la espalda siete horas antes de que se ponga el sol.
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