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Mostrando las entradas de marzo, 2017

Concierto de caricias

Yo me tuve que marchar, en aquel concierto de caricias mis manos sobraban. En más de un abismo te reconocí cómplice, en más de algún silencio te adivine fugitiva. Siempre buscando una razón para conjugar los pronombres de manera ascendente. Poniendo algún misterio en cada encuentro, llenando el calendario de otras miradas. Tenía siempre una excusa para no envejecer, yo mil razones para sentirme viejo. Fui rodando por las aceras, dejando cigarrillos humeantes en las veredas, castigando las manos, habitando en tercos enconos, sospechando del silencio: cuando todo estaba pasando. Yo me tuve que marchar, ya no tan lejos. La memoria siempre encuentra su manera de deshacer distancias, pero la noche siembra siempre un hasta luego, lo abona de mentiras y florece en primavera como un roble de dolores, dando frutos de desengaño.

Una Tarde En El Café

¿Azul turqueza? El color que vestías aquella tarde en el café, tarde de delirios estampados en los ojos, en la que arremetias silencios y sollozos reclamantes contra mis desprecios, ahora estamos llenos de aquella tarde. Tenías el animo en calma, la espera te había hecho un ser ausente del cotidiano andar de gentes sin rumbo, endulzastes tu café con desdén de acto protocolario, me distes unos caramelos, yo encendí un cigarrillo, te reistes por un momento. Nos sirvieron el postre, dejastes que el silencio se tragara las palabras. Mis ojos, ignorando tu mirada, se ocuparon del sabor del café; tu café agonizante de calor, se enfrió pronto. Te fuistes sin despedirte, solo recogistes tus silencios, tus olvidos y los últimos recuerdos compartidos. Aquella tarde en el café de azul turqueza tenías el alma; y con el llanto desbordado por tu ser desteñistes un arroyo de recuerdos que asfixió mi voz, dejando desde ...

Siete horas antes de que se ponga el sol

Dejaré las huellas de una pasión que se ha marchitado en las manos, las postales de la niebla y el frío de la madrugada atado a su cuello. Me iré por un caminito de abril, dejando los besos amargos en otros labios, licenciando el olvido a quererte los domingos por la mañana. Aprenderé el noble arte de la contemplación sin posesión y ya no habrán más poemas nuevos, todos serán de otro tiempo, de un tiempo que duda: si crecer o echarse a llorar. El alquitrán sembrará de flema mi garganta, nadie vendrá a verme cuando este bajo tu cielo azul a fuerza de querencias, nadie sabrá cuanto quema la nostalgia. El milagro de los encuentros estarán en bancarrota, turbios marcharán los silencios por la Gran Vía, la noche se estampará en la espalda siete horas antes de que se ponga el sol.

Vení

Vení que te cuento las heridas, las flores marchitas suelen dar vida a otros seres. Vení que te tengo lo lunares en un vaso de ginebra, vení que te estoy esperando desde la última luna de miel. Vení que la noche avanza y el pasado esta muriendo a fuerza de silencios. Vení que estoy sediento de tu amor, vení que ya no somos pibes. Vení que te encuentro en todas partes, vení que te está borrando el sueño. Vení que estamos despiertos en medio de esta pesadilla. Vení que el reloj se detuvo en mis manos, vení que me encierro en tu recuerdo, vení que a este poema le hacen falta tus besos. Vení que las canciones no dejan de sonar y ya me aprendí las que te prometí. Vení que te necesito y vayamos juntos a comernos el adiós. Vení que te sigo espiando por la ventana de mis soledades, vení que se hace tarde. Vení que te cuento las heridas, vení para ponerle final a esta noch...