Hay detalles tan dulces y tiernos que te hacen ser madrugada. Sin querer ando pensando en tus pasos, sin querer te nombro y tu nombre adquiere peso, sin querer te estoy queriendo.
Existe una mañana de domingo en nuestras manos, incógnita y furtiva. Con silencios prohibidos, con un viaje sin calendario de amantes a destiempo y besos apretados.
Lejana y diáfana es tu imagen que viene a sembrar la noche con versos y poemas rotos, imagen (de por sí) ajena y siempre dispuesta a la fuga.
Hace días vengo midiendo el tiempo de la espera y no se me ocurre otra medida que las madrugadas en las que te espero despierto, espiando tu memoria, besando tu imagen para que te despiertes y vengas a reclamarte en mis brazos.
Por eso eres madrugada; porque no estas. Ya después aprenderás a ser el alba y a caminar despacio por mi acera de desvelos.
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