De una mujer nunca se vuelve intacto; siempre se traen memorias partidas y las manos vacías.
Existe siempre esa incertidumbre de lo que pudo ser, de si existe todavía aquel marchito árbol; de si las madrugadas sembraran mañanas algún día.
La huida de una mujer trae también dolores varios, nostalgias dispersas, lugares prohibidos; sueños muertos.
De una mujer nunca se vuelve intacto, queda la casa huérfana y las ventanas parecen infinitamente pequeñas, el frío se atornilla en los huesos.
Es por eso que nunca se está preparado para empezar de cero; porque siempre se queda un poco, aunque ese poco sea alquimia de pasos, destellos de recuerdos hermosos que hieren.
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