Llegar a casa. Comenzar a poner en orden parte del desastre, los disturbios ocasionados por los deudos, sillas desordenadas, restos de basura por todos lados y el desagradable olor a velas. Todo esto pudo ser evitado, si tan solo parte de los últimos deseos de mi madre no hubiera sido que su velatorio tenía que hacerse en casa. Pero no, la vieja quiso que esta escena lúgubre e incomoda se hiciera acá. Pero más allá de este desorden -que de a poco se despeja- están las cosas emocionales, ese caer a la realidad y saber que no hay nada más que hacer, que ya no existe forma de acercarse a ella para pedirle un consejo (que casi siempre tenía tono de regaño o de reproche); después de todo, ya era el único de sus hijos que había quedado a su lado, los demás habían asumido ya la tortuosa tarea de construir su "propio hogar", y no digo esto a forma de queja, de ninguna manera, espero se entienda que lo menciono porque ahora el impacto en mis huesos tiene una cuota mayor de pena. ...
"Un espacio donde juegan los seres que no lastiman"