Aquella noche el momento había llegado. Era tarde, las posibilidades saltaron de una maqueta de planes. Los asesinos con motivos son simples principiantes. Los que matan por odio, por instintos sexuales, los que matan por negocio, por celos, por envidia; incluso aquellos hipócritas que matan en defensa propia. Son simples principiantes, hermanos menores del asesino. El verdadero asesino es aquel que lo hace por placer. Por el deseo de estrangular una vida, por la satisfacción de cumplir una fantasía, por poner en marcha un macabro juego del gato y el ratón. Los asesinos en serie son adictos. Pero su móvil siempre es el mismo. Siguen patrones de conductas criminales, son condenados por una mente insatisfecha. Están los más bajos, los que matan por saciar sus fantasías sexuales. ¡Marginales!. Sin embargo el asesino verdadero es alguien común y corriente, alguien que no se ata a un deseo o una razón para matar. Todas esas ideas ...
Llegar a casa. Comenzar a poner en orden parte del desastre, los disturbios ocasionados por los deudos, sillas desordenadas, restos de basura por todos lados y el desagradable olor a velas. Todo esto pudo ser evitado, si tan solo parte de los últimos deseos de mi madre no hubiera sido que su velatorio tenía que hacerse en casa. Pero no, la vieja quiso que esta escena lúgubre e incomoda se hiciera acá. Pero más allá de este desorden -que de a poco se despeja- están las cosas emocionales, ese caer a la realidad y saber que no hay nada más que hacer, que ya no existe forma de acercarse a ella para pedirle un consejo (que casi siempre tenía tono de regaño o de reproche); después de todo, ya era el único de sus hijos que había quedado a su lado, los demás habían asumido ya la tortuosa tarea de construir su "propio hogar", y no digo esto a forma de queja, de ninguna manera, espero se entienda que lo menciono porque ahora el impacto en mis huesos tiene una cuota mayor de pena. ...