Agonizaba la luz en nuestros ojos, te acercaste a mis ansias y en un abrazo sordo fundimos nuestras almas.
Luego sobrevino la calma que precede a los grandes momentos, no hubo palabras; en silencio me fui acercando a tu rostro que palidecía ante la espera, agoté todos mis recursos y aventuré una ultima mirada antes de cerrar mis ojos y hundirme en tus labios de débil carmín.
No pensamos en el tiempo, se creo entre nosotros un vinculo de pasiones que quiso ser manantial entre dos seres; luego con gesto de timidez te escondiste en mi pecho.
La noche empezaba a ser porvenir y olvidamos decirnos un adjetivo que sustentara aquel encuentro; tan solo sentimos la cercanía de estar ardiendo en la llama de un paraíso prohibido.
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